jueves, 23 de septiembre de 2010

Histórica declaración del general Videla




Señor Presidente:

Con el debido respeto a su investidura, me dirijo a Ud. como Presidente de este Tribunal, pero con el deseo de llegar a mis conciudadanos y, en particular, a mis jóvenes camaradas del Ejército, que no han vivido lo que es materia de este juicio y resultan víctimas propicias para ser confundidos y engañados.

No soy yo quién debe decirle a Ud. que la indagatoria, así como su ampliatoria de la que estoy haciendo uso, son instrumentos jurídicos en beneficio del ejercicio de la legítima defensa en juicio.

Pues bien, no he venido hoy a defenderme ante un Tribunal al que ni la Constitución Nacional, ni las Leyes nacionales ni internacionales incorporadas a ella le reconocen competencia para juzgarme; menos aún para juzgarme por hechos ya juzgados en la Causa 13/84, llamada de los Comandantes, por la que cumplo injusta condena a reclusión perpetua, desde el mes de diciembre de 1985, con la accesoria de destitución e inhabilitación absoluta y perpetua.

Tampoco he venido hoy a defender a quienes fueron mis subordinados durante la Guerra interna librada por la Nación Argentina contra el terrorismo subversivo; para ello están la valentía y el coraje con que lo hacen los propios interesados, acompañados por la brillante defensa técnica que realizan sus abogados defensores casi a diario, dando ejemplo de espíritu de servicio para con sus asistidos y de solidaridad para con sus colegas; ello quedó palmariamente demostrado en el tratamiento de la Recusación al Vocal de este Tribunal Dr. Pérez Villalobos.

He venido sí, a honrar mis responsabilidades castrenses asumidas en plenitud, respecto de lo actuado por el Ejército en la guerra ya citada, ordenada por un Gobierno constitucional en pleno ejercicio de sus facultades, único caso en la región, que culminara con una victoria posibilitada por el apoyo mayoritario del pueblo argentino.

Sr. Presidente: hace ya dos meses que, en forma insistente y reiterada, venimos escuchando testimonios poco espontáneos y hasta teatralizados que, a través de una repetición sistemática de acusaciones falaces, centradas en dos de los acusados a los cuales se pretende ridiculizar con apodos y extravagancia en el vestir, apuntan en el fondo al desprestigio del Ejército, usando metodologías gramscianas.

Todos los testigos a su vez, se presentan como víctimas, cuando el común denominador que los une es haber pertenecido al terrorismo, tal como está debidamente comprobado por los antecedentes penales que se han agregado a la causa.

Finalmente, el agravio a la institución Ejército Argentino ha llegado a tal grado de insensatez, que no ha faltado quién la calificara de “asociación ilícita”.

Me opongo terminantemente a tal calificativo, que presupone que la asociación ilícita pueda ser la normal relación entre el que manda y el que obedece, cuando en realidad dicha relación no puede ser otra que la subordinación.

Subordinación no es obediencia ciega al capricho del que manda. Subordinación es obediencia consciente a la voluntad del superior, en función de un objetivo que está por encima del que manda y del que obedece -en nuestro caso la legítima defensa de la nación agredida- en virtud del cual el mando deja de ser arbitrario y la obediencia se ennoblece.

No, Sr. Presidente, no podemos equivocarnos en andar buscando un Ejército bueno y un Ejército malo. Ejército hay uno solo: el de las Guerras por la Independencia; el de la Reorganización Nacional; el de los Héroes y Mártires contemporáneos; el que contó entre sus filas a mi padre y a tres de mis hijos y cuenta hoy con uno de mis nietos; el que tuve el honor de comandar; el de ayer, el de hoy y el de siempre, con sus virtudes y defectos, permanentemente al servicio de la Nación, como institución fundamental de la República.

Es a ese Ejército, al que represento en estas circunstancias, al que quiero desagraviar, denunciando una campaña sistemática de desprestigio, con vistas a su destrucción como Institución de la República, objetivo intermedio para subvertir la Nación, al mejor estilo de Gramsci.

Tal vez Sr. Presidente, valga recordar una famosa frase de Nicolás Rodríguez Peña que decía:

“Que fuimos crueles ¡vaya con el cargo!, mientras tanto, ahí tienen Uds. una Patria que no está en el compromiso de serlo. La salvamos como creíamos que debíamos hacerlo. ¿Hubo otros medios? Nosotros no los vimos, ni creíamos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa al rostro, y gocen de los resultados. ¡Nosotros seremos los verdugos, sean Uds. los hombres libres!”. *

Sr. Presidente: En tal sentido, que fuimos crueles nadie lo dude; sí, lo hicimos en el marco de crueldad que impone toda guerra por su propia naturaleza; pero no fuimos sádicos ni integramos una asociación ilícita.

Sr. Presidente: He terminado mi exposición, gracias por escucharme.


* En respuesta a quienes condenaron el fusilamiento de Liniers y otros enemigos de la Revolución de Mayo, ordenadas por Mariano Moreno.


Reproducido de:
Periodismo de Verdad
16.09.2010

http://www.periodismodeverdad.com.ar/2010/09/16/urgente-declaro-el-general-jorge-rafael-videla-en-el-juicio-de-cordoba/

martes, 14 de septiembre de 2010

La izquierda y el uso de la democracia para destruir la democracia





Agustín Laje Arrigoni

En el marco de la histórica caída del muro de Berlín y el consiguiente fin del comunismo en la ex Unión Soviética, la descolocada y debilitada izquierda de la región resolvió allá por julio de 1990 concentrar a todos sus partidos y movimientos (incluyendo a los armados como las FARC y el ELN) en lo que denominó el “Foro de Sao Paulo”, una reunión convocada nada menos que por el gobierno cubano y el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil. El objeto de la citación era reorganizar el izquierdismo en Iberoamérica, definir nuevas estrategias para la toma del poder, y prepararse para los venideros tiempos políticos que, signados por un renovado respeto hacia la flagelada democracia, se avizoraban inexorables.

Lo que salió de aquél congreso pocos lo saben, pues los informes y las declaraciones de tinte público han sido reducidos. Empero, lo indudable es que el éxito del foro fue tal, que desde su nacimiento se han consumado dieciséis reuniones en más de diez naciones latinoamericanas (la última fue en Argentina), y de su propio seno han surgido presidentes en países de la región, como el propio Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia. Cabe adicionar entre los mencionados logros de esta suerte de reorganización, los aires de renovación que oxigenaron al izquierdismo frente a la opinión pública y los mass media, y la simpatía que generaron, en consecuencia, en desprevenidos sectores de la sociedad.

¿Cuál ha sido la clave del éxito? ¿Cuáles son los fundamentos de la estrategia que los marxistas definieron e implementaron desde la primera reunión a principios de los `90? La respuesta es más fácil de lo que podría creerse: utilizar la democracia, para destruir la democracia.

Que la izquierda marxista haya sido, en términos históricos, metodológicos y doctrinales, antidemocrática por naturaleza (basta con leer a sus principales teóricos para confirmarlo) no es una novedad. Valga recordar, en todo caso, que hasta hace pocas décadas desplegaba sus guerrillas por todo el continente y activaba bandas terroristas contra gobiernos democráticos con el expreso fin de derrocarlos (Argentina es una muestra cabal de ello). La lucha armada, a la sazón, configuraba el método por excelencia de acceso al poder.

No obstante, a raíz de los nuevos lineamientos del Foro de Sao Paulo, hoy el panorama cambió. El uso de la violencia para acabar desde afuera con el sistema (que salvo reducidas excepciones fracasó en toda la región) fue reemplazada por el uso de las instituciones del mismo sistema para carcomerlo desde adentro. Disfrazarse de demócrata es el único requisito en este sentido, y sobre tales bases descansa la estrategia izquierdista contemporánea.


Así las cosas, una vez alcanzado el poder mediante formas legítimas, se procede a desbaratar el sistema político por el cual el marxista accedió a su mandato. Para ello se comienza reformando (más precisamente deformando) a las Fuerzas Armadas y persiguiendo a los componentes castrenses que podrían causar dolor de cabeza en las próximas fases del proyecto de descomposición. En Venezuela, la inyección ideológica y el adoctrinamiento al sector militar fue una de las formas, mientras que en nuestro país la persecución jurídica contra quienes combatieron al terrorismo en los `70, sumado a la debilitación de la institución a través de políticas deliberadamente desfavorables impulsadas por el Ministerio de Defensa, fueron los caminos escogidos.

Acto seguido, será dable enfrentar y neutralizar otros sectores de la sociedad que podrían eventualmente reaccionar contra las políticas antidemocráticas que se proseguirán. Ejemplo de ello es la Iglesia Católica (en Argentina sobran muestras) y partidos opositores (verbigracia, la llamada “masacre de Pando” en Bolivia, perpetrada por Evo Morales a los fines de encarcelar oponentes políticos).

Con esta situación controlada, el izquierdista centra sus esfuerzos en destruir las formas republicanas de gobierno y controlar a la postre el Poder Judicial. Así lo hizo por ejemplo el kirchnerismo en sus primeros tiempos al derrocar jueces de la Corte Suprema de Justicia que no le eran funcionales, y sustituirlos por subordinados inmediatos. Para ello no precisó de ningún grupo armado, sino que fue tan fácil como abusar de “cadena nacional” y amenazar a los magistrados con iniciarles “juicio político” desde el Congreso (que ya estaba bajo su dominio).

Efectuados los movimientos antedichos, y dependiendo de la coyuntura política interna, los izquierdistas escogen el momento indicado para poner en marcha sus planes de perpetuarse en el mando, destruyendo el sistema democrático entendido ya no como una simple forma de acceso al poder, sino como la rotación y renovación periódica de personas, proyectos políticos e ideas, en un marco de libertad y equilibrio de los poderes públicos. Sucede que la izquierda concibe a la democracia no como un sistema de gobierno, sino como una mera táctica para imponer el autoritarismo.

Pero como la libertad suele tornarse en seria complica-ción para la concreción del proyecto izquierdista, es necesario también coartarla. De este modo, la libertad económica es puesta en jaque a través de un creciente y asfixiante intervencionismo, al tiempo que el control de los medios de comunicación se constituye en el objetivo más codiciado del mandón de turno. En efecto, el mandamás desata una guerra contra todo el periodismo que no es adicto a sus caprichos, primero practicando la censura de manera más o menos embozada, para luego arrasar con toda la prensa independiente expropiándola para sí mismo (tal como ocurrió en Venezuela y está ocurriendo en Argentina).

No se trata sólo de acallar voces contrarias, sino también de imponer artificialmente voces favorables. Se trata, en rigor, de que la sociedad no tenga la libertad de informarse sino únicamente con el discurso oficial. Adoctrinamiento puro, en otras palabras, que contribuye a la eternización en el poder del izquierdista en cuestión.

En esta instancia, la democracia se encuentra totalmente colapsada, ya no como derivación de un golpe de Estado o una revolución armada tal como ocurría en el siglo pasado, sino como efecto de sus propias debilidades aprovechadas y explotadas por el llamado “socialismo del Siglo XXI”.

Estos pasos se han seguido, al menos parcialmente, en todos los países de la región que mantienen estrechas relaciones con el Foro de Sao Paulo, entre los que se encuentra la Argentina. Se equivocan, pues, quienes continúan sosteniendo que estamos corriendo el riesgo de parecernos a Hugo Chávez. En rigor de verdad, estamos siguiendo de manera sistemática sus pasos a pie juntillas, encaminándonos inexorablemente a imitar el modelo dictatorial revestido de demócrata que impera en Venezuela.

El error de nuestras sociedades, acaso, fue el de consumir el nuevo disfraz democrático que vendieron aquellos que siempre odiaron y combatieron a la democracia y la libertad.

agustin_laje@yahoo.com.ar

Agustín Laje Arrigoni preside la organización no gubernamental Movimiento por la Verdadera Historia.

http://www.verdaderahistoria.com/blog